martes, 24 de noviembre de 2009

Los nuevos detonadores del suicidio en México

Thelma Gómez Durán
El Universal
Martes 24 de noviembre de 2009
claudiagomezd@eluniversal.com.mx


La crisis, la falta de amigos, la migración y el desempleo, son razones por las que el fenómeno creció 275% en casi 40 años

Un mal presentimiento tuvo Verónica cuando colgó el teléfono. El hombre con el que habló durante más de una hora tenía todo el perfil de un suicida en potencia. Carlos, como nombraremos a este arquitecto, acumulaba una serie de pérdidas. No se recuperaba de la muerte de su esposa, ocurrida tres años atrás; quedó desempleado y no se sentía capaz de educar a su hija de cinco años, por lo que prefirió que la niña viviera con los abuelos.

La pérdida de un ser querido, terminar con una relación amorosa o la acumulación de fracasos son factores que los especialistas denominan “detonadores” de ideas suicidas.

Investigaciones recientes registran nuevos “detonadores” del suicidio en los últimos años, como la migración, el desempleo, la crisis económica, el no alcanzar las expectativas marcadas y la carencia de redes sociales.

Estos “disparadores” de ideas suicidas cada vez están más presentes en México, país en el que va en aumento el número de personas que deciden quitarse la vida: entre 1970 y 2007, creció en 275%, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Psiquiatría.

Por una mejor vida: las consecuencias

Uno de los “nuevos disparadores” del suicidio que comienza a llamar la atención de los especialistas en México es la migración tanto interna como externa. Los datos no son muy optimistas.

Las ideas suicidas se incrementan hasta 50% entre “los que se quedan” a esperar el regreso de un migrante que viajó a Estados Unidos, de acuerdo con los resultados del estudio que publicó, en abril de 2009, la revista científica American Journal of Public Health.

“En un estudio anterior ya habíamos encontrado que en esas familias aumentan los problemas de alcohol y drogas, pero ahora vemos que la conducta suicida se incrementa”, explica uno de los autores del estudio, Guilherme Borges, del Instituto Nacional de Psiquiatría.

Zonas rojas

A nivel nacional, el mapa del suicidio presenta zona rojas en Quintana Roo, Tabasco, Yucatán, Campeche, Baja California Sur y Chihuaha.

Quintana Roo, de acuerdo con las estadísticas más recientes, ocupa el primer lugar en la lista. En esta entidad, la tasa de suicidio es de 10 casos por cada 100 mil habitantes, cuando el promedio nacional es de cuatro por cada 100 mil.

El problema es más visible en Cancún. En esta ciudad turística el aumento en el número de suicidios provocó que en 2007, diversas organizaciones y dependencias realizaran el estudio “Situación del Suicidio en Quintana Roo”.

Se encontró que la migración juega un papel importante. Cancún finalmente es una ciudad que se formó de migrantes y en la actualidad sigue siendo un foco de atracción para quienes buscan trabajo.

La investigación identificó que las zonas donde más se presentan los casos son las donde viven migrantes de Chiapas, Yucatán y Tabasco.

También se encontró que los suicidas tenían “redes familiares y sociales escasas”, cuadros depresivos y desesperanza. En varios casos se detectó que habían sufrido diferentes tipo de violencia a lo largo de su vida.


Redes que salvan

“La red social juega un papel importante: ésta incluye familiares, amigos, compañeros de trabajo o de deporte que ayudan al individuo. Por la migración, las redes sociales se desvanecen, son muy pobres”, explica Celina Izquierdo, directora de los observatorios de violencia social y de genero de la Universidad del Caribe, organización que participó en el estudio.

El investigador Guilherme Borges explica que en los últimos años se ha visto que los cambios en la estructura familiar y en las redes sociales “afectan mucho la conducta suicida. La falta de vínculos sociales o la dificultad para encontrar apoyo en un momento de crisis son factores fundamentales para alguien que presenta depresión”.

Una persona intenta suicidarse, dice Izquierdo, cuando siente que su red social se ha agotado o es muy reducida.

Los investigadores que realizaron el estudio en Quintana Roo propusieron un programa de prevención con varias medidas: incrementar la atención psicológica de la población, mejorar las condiciones urbanas de ciertas zonas y regular la venta de alcohol (86% de las personas que se mataron estaban ebrias).


“Todo se quedo sólo en campañas denominadas ‘Di no al suicidio’”, lamenta Izquierdo, quien considera que ha sido insuficiente el trabajo gubernamental dirigido a prevenir esta problemática.

Y aunque sigue la campaña de “Di no al suicidio”, la Cruz Roja de Cancún atendió, de enero a julio, 127 reportes de intentos de suicidio; en 40 de ellos, los paramédicos no pudieron hacer nada.

La economía, un factor más

Celina Izquierdo resalta que en el estudio de Quintana Roo también se encontró que “el trabajo precario” y no tener prestaciones ni estabilidad económica, son factores que abonan a la desesperanza en un individuo, sobre todo si éste ya pasa por un periodo de depresión.

En julio pasado, la revista científica The Lancet publicó los resultados de un estudio que midió el impacto de los cambios económicos en las tasas de mortalidad o de asesinatos.

Los investigadores de la Universidad de Oxford y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres encontraron que si aumenta en 1% el desempleo, entonces la tasa de suicidios entre personas de menos de 65 años se incrementa 0.8%. Este estudio sólo se hizo en la Unión Europea.

En México aún no se han hecho estudios que midan la relación desempleo-suicidio. Sin embargo, Guilherme Borges resalta que “es poco común que alguien, únicamente por el hecho de quedarse desempleado tome estas medidas extremas. Por lo regular, el desempleo se une a otros ‘eventos negativos’ que ha tenido ese individuo”.

Eso lo ha corroborado Verónica Correa en su trabajo diario en líneas telefónicas de ayuda psicológica.

“Quienes llaman porque tienen ideas suicidas presentan una desesperanza muy grande; por lo regular, son personas con autoestima baja, que no pueden sobreponerse fácilmente a los fracasos, a los duelos, a las pérdidas. En muchos casos, un detonador del suicidio es el desempleo, sobre todo entre los hombres”, comenta Correa.

El desempleo, resalta la psicóloga, “está generando mucha depresión. Perder el empleo es un golpe fuerte a la autoestima; sobre todo si la persona pasa más de seis meses sin conseguir trabajo”.

En los últimos meses, Correa ha recibido más llamadas de personas que buscan ayuda psicológica “porque viven un gran estrés por no tener trabajo”.


Llamadas de auxilio

Guilherme Borges es uno de los científicos que más ha estudiado el fenómeno del suicidio en México. Este investigador lleva varias décadas advirtiendo que esta práctica va en aumento en el país.

En 1996, por ejemplo, publicó con otros investigadores, un estudio que señalaba que de 1970 a 1994, la tasa de suicidio en México aumentó 156%.

En ese entonces, los científicos advirtieron: “El suicidio es un problema ascendente en México que afecta, en forma principal, a los hombres de edad avanzada. Sin embargo, incrementos recientes en la población adolescente y adulta joven enfatizan la necesidad de desarrollar programas de prevención y tratamiento en esta área”.

La prevención nunca se realizó. Ahora, el suicidio está entre las principales cinco causas de muerte entre la población de 15 a 29 años.
En los últimos 20 años, México ha presentado uno de los crecimientos más elevados de la tasa de suicidio, asegura Borges: “Mientras Estados Unidos o Japón la han bajado, en México ha crecido”.

Aquí, por cada 100 mil habitantes hay cuatro suicidios, de acuerdo con el Instituto Nacional de Psiquiatría. En 1970, la tasa era de 1.13 por 100 mil habitantes.

En los últimos ocho años, el Sistema Nacional de Apoyo, Consejo Psicológico e Intervención en Crisis por Teléfono (Saptel) ha registrado un incremento de 120% en el número de llamadas de personas con ideas suicidas.

Saptel fue fundado hace 17 años y opera en toda la República Mexicana.

En la actualidad, de acuerdo con sus registros, de cada 10 llamadas que recibe, dos son de potenciales suicidas.

“La gente piensa que en diciembre es cuando la gente más se deprime y llama a estos servicios, pero no es así”, destaca la psicóloga Claudia Huerta, pero es a partir de la segunda quincena de enero, “podríamos decir que durante el primer trimestre del año es cuando más llamadas se reciben por casos de depresión”, comenta la especialista.


“Fusibles que se revientan”

El suicidio no siempre se ha visto como un problema de salud pública.


“En alguna época, el suicida era considerado un loco. En Inglaterra, a quienes realizaban un intento suicida se les encarcelaba o se les hacía pagar una multa. Ahora se considera una manifestación de alguna enfermedad mental”, explica Liliana Mondragón, del Instituto Nacional de Psiquiatría.

Celina Izquierdo recurre a una metáfora para explicar cómo, a partir del estudio que se realizó en Cancún, observa ahora la conducta suicida: “Los suicidas son el fusible que se revienta cuando la carga de violencia de toda una comunidad es tan fuerte, que ese fusible no lo resiste y se funde”.

Ante tal situación, la especialista insiste en que para prevenir el suicidio es necesario identificar y atacar “esas descargas” que afectan a ciertos “fusibles”.

Liliana Mondragón también cree que es necesario detenerse a observar cuáles son aquellos cambios en las dinámicas familiares y sociales que están contribuyendo al aumento en los suicidios, en especial entre niños y adolescentes.

Carlos, el hombre que llamó a un servicio de ayuda psicológica por teléfono, “estaba cansado de sentirse deprimido”, recuerda Verónica Correa, la psicóloga que ese día trató de que ese hombre se “agarrara” a la vida. Ella sospecha que no logró convencerlo.

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