domingo, 23 de agosto de 2009

La aventura

Por Daniel Ontiveros

Irse varios días de campamento, sonaba muy fácil, todo parecía sencillo, porque lo único que sabía de estas diligencias, es lo que aprendí en las películas, armar la casa de campaña, comer bombones en la noche, cantar como locos canciones en medio del bosque, en fin pura dulzura.
Teníamos programado hacer el famoso campamento el primer fin de semana de agosto, pero no se pudo, y el siguiente tampoco, así que fue justo a medio mes el 15 y 16.
Llegamos puntuales a las 8:30 de la mañana a Puente de Calderón a esperar a los aventureros, un grupo de niños de Cruz Roja Tepatitlán. Todo parecía indicar que no habría mucho sol, porque hasta neblina había.
En fin, ya estábamos completos, 10 niños y 5 dirigentes que los cuidarían el fin de semana, lo que parecía fácil contener y dirigir la energía de 10 niños (pobre iluso al pensar eso), dejamos que cada equipo armara su casa de campaña, mi hermana y yo traíamos otra que nos tocaba armar, pero nunca en mi vida había armado una, y como Dios nos dio a entender la armamos, nos sobraron piezas, pero parecía que estaba firme, y las demás también estaban decentes, lucían bien, todas acomodadas frente al reflector que da hacia la carretera.

La comida
¿Dónde guardar todos los víveres? El comedor más cercano, se veía allá como a 20 metros, y no quedó de otra más que cargar toda la comida hasta allá, entonces el campamento ya estaba divido en dos partes, o suena mejor, tenía una extensión de 20 metros.
Hicimos un recorrido por el parque para conocer su historia, los puentes colgantes, el túnel del ferrocarril, el monumento a Hidalgo, claro el Puente Calderón y la puente Mocha, el río sin agua, en fin, ninguno se cansó porque para todos fue una novedad.
Llegaron las dos de la tarde, y las nubes que estaban en la mañana ya tenían rato que habían desaparecido y el intenso sol ya nos tenía a todos chamuscados y rojos de la piel. Pero bueno, ya íbamos a comer, pero otro problema, necesitábamos un asador, pero como en la terracitas de abajo se veían muchos, no había problema, nada más había que ir por uno.
¡Oh decepción! Los indispensables asadores estaban pegados, ¡demonios!, ¿qué íbamos a hacer?, bajar toda la comida otros 30 metros, pero no tendríamos forma de estarla observando de que se la fusilara alguien (aunque en sábado no hay gente), porque el campamento estaba hasta arriba. Entonces decidimos que sólo comeríamos ahí por la necesidad del asador, entonces ya el campamento medía otros 30 metros más.
Después de reposar, seguimos haciendo prácticas enfocadas de primeros auxilios, algunas cosas las entendían los niños, otras no, pero ya tenían de color verde al instructor, pero a fin de cuentas si aprendieron lo que les estaba platicando.

La hora de ensuciarse
Siempre hay que encontrar la manera de cómo ensuciarse, así que buscábamos lodo, y claro que lo encontramos, pero nunca pensamos que en tal cantidad, decidimos pasar a un costado del puente para reconocer el lugar y ver que tan profundo estaba el lodazal.
¡Sorpresa! 10 centímetros, 20, 30, casi medio metro, era perfecto para la práctica, así que a los equipos les robamos sus banderas y las tenían que encontrar, todos deberían ir atados entre ellos y pasar por el lodo hasta encontrarlo.
La actividad comenzó desde el puente colgante, los coyones casi iban gateando para pasar el puente, los aventados como si nada. Entonces corrieron hasta llegar a un costado del puente, pero no faltan los distraídos que por andar pensando en la mortalidad del cangrejo se fueron por otro lado.
Siempre estuvimos cerca de ellos al pendiente, todos pasaron sin problema el lodo, pero un equipo se le ocurrió atravesar el inofensivo riachuelo, y ¡sooopas! se dieron cuenta que el lodo si era profundo, una de las integrantes quedó la mitad sepultada en el lodo, quiso dar un paso y fue peor, se comenzó a ir de lado (hasta pensé que iba a desaparecer) la tomé de un brazo para sostenerla y qué nos vamos los dos derechito al lodazal, ya se imaginarán como quedamos.
Supuestamente, sólo se iban a enjuagar las manchas de lodo en el río más arriba, donde el agua estaba más clara, pero en un abrir y cerrar de ojos ya estaban todos bañándose en el río.
No quedó de otra más que se bañaran con agua de una de las tantas llaves que hay en el parque (fue lo bueno, porque si no aparte de sudados, todos llenos de lodo se tendrían que ir a dormir).


La cena
Ya para cenar, otra vez la misma historia de la comida, con lámparas y al tanteo tuvimos que bajar toda la comida hasta el asador, pero con tanta hambre nadie repujó y cenamos muy agusto, en eso uno de los niños preguntó ¿ya vieron cómo se ve el puente? y en efecto estaba iluminada una mitad (¡diantres!, ahora nomás faltaba que no asustaran, porque ya nos habían dicho que se veían y escuchaban cosas raras en la noche), pero dijimos que era la luz del reflector, pero los más grandes sabíamos que no estaba prendido, porque sólo duró unos cuantos minutos.
Pero ya, terminamos de cenar y a subir todas las cosas hasta las casas de campaña, que también ya habían movido cerca de donde estaba la comida, en un lugar totalmente oscuro.


“A dormir”
A última nadie quiso hacer el recorrido nocturno al puente (que bueno, porque si asustaban unos cuantos hubiéramos quedados ahí muertos del susto), mejor decidimos acostarnos, repartimos las casas de campaña, acomodamos todas nuestras cosas, en un cielo estrellado sin ninguna nube. Amarraron a la perra afuera para que avisara de cualquier visitante no deseado y a dormir.
12, 1, 2 de la mañana y sin poder conciliar el sueño, en eso se escucharon ruidos afuera y a la perra ladrar. ¡En la m…! ¿qué será? un coyote, un tlacuache, o peor una personas que se quiere robar algo…., echan la luz de las lámparas hacia el lugar donde estaba la perra, y vaya sorpresa, era una perro french pudle, que andaba de lujurioso con la perra que estaba del doble tamaño del pobre perrito, pero ahí andaban muy contentos los dos.
Así que Maribel (la coordinadora) y su marido, tuvieron que guardar al animal en la camioneta, no vaya siendo que se le hiciera el milagrito, y tuvimos que cambiar entre ellos dos y yo, la comida de una camioneta a la otra.
Pero en eso comenzaron unos vientos con tintes de lluvia, y para el rumbo de Tototlán se veían muchos relámpagos que amenazaban con llegar, pero como aquí el cielo estaba despejado, parecía que no iba a llover. Dudosos, decidimos dejar las casas de campañas donde estaban y no mover todo nuevamente a un lugar más seco. Grave error.

El diluvio
2, 3, 4 de la mañana, y sin dormir, en eso comienza un viento a soplar más y más fuerte, entró el nerviosismo, ¡ahora sí iba a llover! ¡chin! Que más daba, había que aguantar lo que viniera donde estábamos, y que empieza a llover.
En eso se vio que una casa de campaña se arrastraba, a lo que pensé -tan fuerte está el viento que se está llevando la casa de campaña donde están las mochilas de todos-, pero no, era Olga (otra de las dirigentes) arrastrando con todas sus fuerzas las casita para que se mojara lo menos posible, porque no tenía el techo impermeable.
Más lluvia, viento, truenos, relámpagos, y las pobres casitas se meneaban de un lado a otro. Todos en nuestra casa de campaña despiertos, pensando en qué iba a pasar. En eso se ve que en la casa de Olga, Angélica, Yajaira y Sergio, prenden la lámpara y sus brazos detienen la casita de campaña que se menea para todos lados. Empiezan los problemas, porque quedó mal colocado el techo impermeable y el agua se comenzó a meter.
Pues más lluvia, viento y truenos, y las casas empiezan a hacer agua como en el Titanic, salen corriendo las vecinas a resguardarse en el comedor, en eso las vemos y les gritamos que se vengan con nosotros, todas empapadas las recibimos. Pero otros dos están en otra casa más chiquita, hay que sacarlos, que tal y rueden con todo y aire, entonces sale Javier (otro dirigente) al rescate y los manda con sus vecinos. Haciendo cuentas, ya eramos 9 en una casa para 5, y 6 en una casa para 3.
Más agua comienza a entrar a las casas, pero el cielo da tregua y se calma la lluvia. Es tiempo de la evacuación, todos toman las pocas cobijas que están secas y a correr a la cafetería, como damnificados que son sacados de sus casas a media madrugada, unos se caen en el lodo, otros se asustan con los truenos, pero al final llegamos, caminamos otros 40 metros hasta la zona de los baños, ya el campamento mide casi cien metros.

Apenas son las 5
Todavía faltaban dos horas para amanecer, así que tendimos cobijas y en un albergue improvisado y todos juntitos, conciliaron el sueño. Mientras Angélica y yo, vigilábamos.
Por fin amaneció, decidimos ir a ver el lugar del desastre, y encontramos una zona de guerra, ropa por aquí y allá, los exámenes del sábado volaron y estaban regados por todos lados, vasos, platos, todas las bolsas mojadas. Total que al final la única que no se mojó fue la perra que durmió en la camioneta.
Ya el domingo en la mañana, todos desvelados, mojados y sin ánimos, decidimos concluir el campamento y cada quien para su casa. Pero no fue una mala experiencia. Aprendimos qué cosas no se deben de hacer, y todos entre risas, platicábamos lo que había ocurrido en una noche, que pareció una eternidad.

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